Cuando deje de escribir habré muerto. Cuando las alocadas,
descolocadas, improvisadas letras desaparezcan del papel habré fracasado en la
negritud del silencio que las consume, que las sume en el olvido de quien ya no
las lee, porque estas manchas negras no tienen vida hasta que alguien las lee,
hasta que a una persona le brillen los ojos. Mientras tanto sigo esperando
demasiadas cosas como para acordarme de ellas, voy demasiado rápido pero a paso
lento se traban los logaritmos en mi lengua como balas encasquilladas que debían salir del cañón, debían llegar
al corazón de alguien. Eso me pasa a mí. No me da tiempo, no me da tiempo,
no se como no siento la fiebre, ni
mis venas en las sienes bailando la danza de la muerte, bailando la música
sorda que me despista de lo que de nuevo he olvidado decir… No me acuerdo, no
me acuerdo. Borro letras, escribo, borro letras, escribo otras pocas, forjo
palabras inventadas en un marco ya existente, en un idioma ya inventado, con unas
reglas ya establecidas, pero yo me río de ellas, no se si porque quiero o
porque es lo único que puedo hacer con ellas. Y se rasga el tiempo, queda ajado
por la fuerza del terrible viento que no deja que piense, ni por un maldito
momento… Aunque no sirviera de nada, de nada.
Mario Vicente Guixeras.
(Este escrito lo he hecho todo seguido, improvisando y sin parar de escribir lo que se me venía a la cabeza, es por ello que está escrito todo junto y sin la separación adecuada, es un ejercicio que te permite descubrir cómo te sientes en un momento determinado y resulta realmente relajador. Te ayuda a mejorar la escritura.)
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